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Nelly Richard: "Hubo que esperar hasta el 2018 para que la palabra feminismo volviera a ser relevante"

Con un trabajo escritural que revela su sagacidad analítica y el fuerte carácter que la han convertido en una voz destacada en la esfera intelectual latinoamericana, Nelly Richard aborda en esta conversación distintos momentos de la historia reciente, donde la creación artística se ha vinculado con el pensamiento y la acción feminista.


Por Catáloga Colectiva


Ilustración: Antü Garyth

Nelly Richard (1948) es una teórica , crítica y ensayista chilena. Nacida en Francia , donde estudió Literatura , llegó al país que considera su casa a comienzos de los 70 y se involucró de lleno con diferentes proyectos artísticos que , desde la curatoría y la escritura , le permitieron cultivar un perfil intelectual de gran relevancia en la escena local.


Márgenes e Instituciones: Arte en Chile desde 1973 (1981), La estratificación de las imágenes (1989) y Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crítico (2007) , entre otras obras , plasman las ideas críticas , lúcidas y a la vez provocativas que ha planteado Richard desde diferentes directrices como la filosofía , la estética y la teoría feminista. Sus textos, al igual que la discusión en torno a ellos , activan un campo de problemas que resultan vitales tanto para la reflexión cultural , los discursos sobre el arte , el feminismo y las diversidades sexuales , como también para el análisis de la postdictadura chilena.


Con la intromisión violenta de la dictadura militar sobre las instituciones museales , académicas y medios de comunicación , la producción artística y cultural de los años 70 y 80 en Chile albergó un campo no oficial que buscaba confrontar la censura. Lo que Richard llamó la Escena de Avanzada fue un movimiento con prácticas autoreflexivas que exploraban audazmente nuevas técnicas , soportes y formatos , desde una perspectiva experimental que interpelaba el oficialismo cultural de las Bellas Artes y la ortodoxia del mensaje que caracteriza el arte y la literatura de la cultura militante de izquierda. Desde esta nueva escena emanaron géneros como las acciones de arte y las intervenciones urbanas , la performance y la tecnología video como dispositivo de grabación y el archivo como un medio de producción de memoria.


El Colectivo Acciones de Arte (CADA) , formado en 1979 por el sociólogo Fernando Balcells, la escritora Diamela Eltit, el poeta Raúl Zurita y los artistas visuales Lotty Roselfeld y Juan Castillo , fue uno de los agentes protagonistas de esta nueva escena , con mecánicas de producción artístico-políticas que corrían en contra de la institucionalización del discurso artístico existente , intentando enlazar a las galerías y museos con el espacio social.



¿Crees que la literatura de Diamela Eltit y el arte de Lotty Rosenfeld estaban dentro de una ecuación con la conceptualización del feminismo?


CADA era un colectivo con dos mujeres creadoras que desafiaban el individualismo artístico de la firma de autor que fetichiza el sistema del arte , al mismo tiempo que cuestionaba la jerarquía masculina que prevalece en el sistema de recepción e inscripción de las obras en el campo artístico.


Ahora , la categorización de feminista para una artista y escritora depende de cuáles son las estrategias de autorepresentación que cada una elige en el campo cultural , según las épocas y los contextos.

Lotty participaba activamente en agrupaciones de mujeres feministas en los 80 pero nunca se autodefinió como artista feminista y lo mismo se podría decir de Diamela, cuya literatura excede por completo la clasificación de escritora feminista. Puede que ambas consideraran reduccionista el hecho de que sus obras se encasillaran como feministas en supuesto de que ello conllevara que el arte y la literatura calcen linealmente con un programa de identidad colectiva.


Fuiste parte del Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana de 1987. ¿Cómo se imaginaron los vínculos entre literatura, arte y feminismo en ese espacio?


Co-organizar este Congreso con Carmen Berenguer, Diamela Eltit, Eugenia Brito y Eliana Ortega fue realmente una epopeya porque carecíamos totalmente de recursos y de apoyos.


Todas procedíamos de diferentes espacios de formación académica o extraacadémica y de diferentes sensibilidades político-culturales y estábamos no sólo preocupadas de saber cómo operaba simbólicamente la diferencia masculino-femenino en relación al mecanismo de jerarquía cultural en las prácticas del discurso , sino que también de atender la multiplicidad de las diferencias que llevan a las identidades a conjugarse en plural , para evitar así homogeneizar categorías como las de mujer y femineidad.


El Congreso se consolidó como un lugar de pensamiento sobre cómo influyen las marcas de género en las escalas de valorización cultural que rigen la producción y recepción de prácticas, llegando a ser una importante plataforma de debate cultural para interrogar, primero, las marcas de lo masculino y lo femenino en la tradición poética y literaria, y luego para firmar una reflexión desde el feminismo que, no solo se enfrentaba al autoritarismo y totalitarismo de un país bajo dictadura , sino que subrayaba los temas de la subalternidad latinoamericana.


¿Cuál crees que ha sido el papel del feminismo en la construcción de la escena artística desde la dictadura hasta hoy?


En los 80 , Julieta Kirkwood fue muy importante por cómo inspiró a las organizaciones feministas en su lucha por la recuperación de la democracia. Kirkwood teorizó los modos en que “lo personal es político”, introduciendo los temas de género y de la subjetividad de la vida cotidiana en el tipo de análisis marxista de corte economicista de la izquierda clásica , que tendía a despreciar las cuestiones más simbólicas y culturales.


Durante la transición , la palabra feminismo salió casi enteramente de la escena del discurso público, en parte porque las agrupaciones feministas se disolvieron o bien porque varias de sus integrantes se trasladaron a ONGs e , incluso , a ministerios. Hay que recalcar eso sí el rol de La Morada, que permaneció nucleando a grupos de reflexión feministas que se reunían en talleres y encuentros, dedicándole siempre atención al arte y la literatura sin por ello abandonar sus redes de conexión con el activismo de la participación social.


Durante esos años el Servicio Nacional de la Mujer casi censuró la palabra feminismo por juzgarla demasiado polémica y contestataria , encubriéndola bajo el vocablo género que era considerado más neutral y , por lo mismo , más susceptible de ser integrado al consenso neoliberal. La verdad es que hubo que esperar al mayo feminista de 2018 para que la palabra feminismo volviera a cobrar relevancia pública en el universo de los discursos políticos y sociales y pudiese actuar como marcadora de disenso e impugnación de la hegemonía neoliberal.


Fotografía: Val Palavecino

Ahora , en sucesos más recientes , ¿cómo pudiste observar el uso de prácticas artísticas como medio para la resonancia de consignas feministas durante las últimas olas de movilizaciones en Chile?


Todos fuimos testigos en el mayo feminista de 2018 y luego en octubre de 2019 cómo los torsos desnudos y los pasamontañas incrustados de lentejuelas se exhibieron como un acto de rebeldía masiva, lo cual repercutió directamente en el modo que sujetos y grupos volvían a ocupar el espacio público para cuestionar el reparto de funciones y roles que administran el poder dominante.


La ciudad en sí misma se vio sorprendida por una estética de los cuerpos y gestos que se deslizaron subersivamente de lo femenino a lo feminista.


Las manifestaciones de esos años estuvieron marcadas por la creatividad popular de los grafitis , las pancartas , las consignas, por supuesto , las performances individuales y colectivas como fue el accionar de LASTESIS. Ellas supieron elaborar un contrapunto simbólico frente a la épica guerrera (masculina) de la primera línea con su connotación heroica del combate por autodefensa y ataque de la violencia física. Se atrevieron a condenar la represión policial a partir de una escenografía con ritmo y canto, apelando a recursos expresivos y metafóricos que salen del código viril de la acción directa como única forma de enfrentar la violencia del sistema. Su arte y técnica usaron el juego, la forma y el sentido como una estrategia directa de simbolización de la experiencia, lo cual es un modo feminista de cuestionar el poder represivo y la violencia dominante, burlando códigos y evitando la reiteración de sus mismos instrumentos.


¿Qué libros recomiendas para pensar la relación entre las artes y el feminismo?


Un libro ya clásico de Griselda Pollock, Encuentros en el museo feminista virtual en donde se analizan las principales tramas y nudos entre feminidad, modernidad y representación desde el punto de vista del canon occidental. Recomendaría además Conceptos viajeros en las humanidades de Mieke Bal.


A nivel latinoamericano también están los libros de Andrea Giunta , por ejemplo, Feminismo y arte latinoamericano, y en Chile Alejandra Castillo, en particular Imagen, cuerpo, Adicta imagen e Imagen, Stasis. No podría dejar de mencionar el brillante libro de Fernanda Carvajal La convulsión coliza. Yeguas del Apocalipsis (1987-1997), una obra que indaga la frágil construcción de un archivo queer.


¿Qué estás leyendo ahora?


Estoy preparando un Seminario en torno a las revueltas político-sociales para la Universidad de Córdoba, por lo que estoy leyendo, o releyendo, materiales vinculados a problemáticas de izquierda (revoluciones , revueltas) y también, a cuestiones estéticas, sin dejar de lado el feminismo: La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo de Verónica Gago y Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performatividad de la asamblea de Judith Butler

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