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Lina Meruane: “La salud no es más que un horizonte idealizado”


Ilustración: Renata Tesser

La enfermedad y la salud, la maternidad, los cuerpos y los cuidados son algunos de los temas que atraviesan la obra de Lina Meruane (1970), escritora chilena que, al ser hija de médicos y vivir ella misma con una condición de salud, creció escuchando, analizando y criticando un discurso médico masculinizado que invisibiliza a las mujeres, para luego repensarlo en su literatura.


Por Catáloga Colectiva


Ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros reconocimientos nacionales e internacionales, Lina Meruane es una de las escritoras chilenas más destacadas de las últimas décadas. Autora de Contra los hijos (2014), biblia del feminismo que quisieramos predicar con megáfonos por las esquinas y Volverse Palestina (2014), brillante testimonio del reencuentro con sus orígenes en el que denuncia la ocupación del territorio palestino, Lina se mueve entre la ficción y la no ficción, entre el ensayo, la novela y la crónica, entre Nueva York y Santiago. Lina Meruane no teme incomodar, removiendo la realidad allí donde pensábamos que ya no quedaba nada por decir.


A partir de su investigación doctoral decidió dedicarse a escribir sus propios relatos desde la perspectiva de la mujer en el contexto de la salud. Así lo hizo en tres exitosas novelas, conocidas como la “trilogía de la enfermedad”: Fruta podrida (2007), donde “la respuesta de la protagonista es la resistencia total al discurso médico, con las consecuencias que eso puede significarle”, Sangre en el ojo (2012) donde “más bien pasó lo contrario: una alianza entre la protagonista y el discurso médico, caiga quien caiga” y Sistema nervioso (2018).


“Me di cuenta que las dos primeras novelas habían dividido el escenario entre sanas y enfermas. Entonces pensé, qué pasa si disuelvo este aparente dualismo y, más bien, pienso en la realidad de los cuerpos, que es que todos los cuerpos están enfermos o vulnerables a la enfermedad. Qué pasa si hay una novela en donde la salud no es más que un horizonte idealizado y a la vez inexistente o imposible de mantener en el tiempo”, expresa.



|¿Por qué es importante para ti situarte en el tema de la enfermedad?


He podido mirar el tema de la salud, de la medicina y de la enfermedad desde muchos ángulos, partiendo por mi tesis doctoral, Viajes virales, donde trabajé la representación del sida en la novelística latinoamericana de finales del siglo XX y principios del XXI. Esta investigación me sirvió para pensar en que debería escribir mis propias novelas y, sobre todo, hablar en ellas de las mujeres, porque una cuestión que caracteriza a la novelística del sida es precisamente la desaparición del cuerpo femenino.


Las mujeres están muy mal retratadas en el campo de la enfermedad, son figuras muy secundarias, sin subjetividad y muy ausentes. Quise entonces situar a las mujeres dentro de este contexto y reflexionar sobre las posibles respuestas de diferentes protagonistas frente al problema de la enfermedad.



|También hablas sobre la invisibilización de las mujeres en la enfermedad en Zona ciega, donde realizas un trabajo de rescate de las vidas y obras de escritoras ciegas o casi ciegas. ¿Qué crees que hay en esta mezcla entre ser mujer, estar enferma y ser escritora?


La escritura de Zona ciega (2021) me permitió conectar una serie de cosas en las que venía pensando, en este caso, en la vista como un sentido empoderador y su pérdida como lo contrario.


En la historia de la literatura ha primado una noción de que lo intelectual y lo escritural es poderoso cuando está centrado en las ideas que se abstraen del cuerpo, como si estas no estuvieran marcadas por las experiencias corporales.


Los escritores ciegos niegan la presencia de su cuerpo y ponen la ceguera en otro registro, en un lugar de épica, de la valentía del hombre que se enfrenta a una pérdida física. Para las mujeres ese ejercicio de sublimación ha sido casi imposible, porque la realidad de las mujeres siempre ha sido descrita muy corporalmente y se les ha negado un lugar en la producción de ideas e imaginarios abstractos.


Mi conjetura es que ciertas escritoras intentan no hablar públicamente de sus pérdidas visuales porque eso podría contaminar su producción literaria y quitarle un estatus intelectual, perjudicando su obra y su presencia en un campo cultural en el que les ha costado tanto estar y permanecer en el tiempo.



|Al comienzo las mujeres no podían siquiera estar en la literatura y firmaban como “Anónimo” o con nombres de hombres. Con el tiempo pudieron estar pero siempre desde un lugar minoritario, y ya luego pueden estar a la misma altura pero negándose, en el sentido que están con sus nombres pero no con sus cuerpos.


Es muy fuerte, la verdad. Creo que las mujeres hemos tenido mucha claridad sobre nuestros problemas más públicos pero no de nuestra relación con nuestros cuerpos, que no es un problema individual o personal, es un problema cultural y estructural. Esto tiene una fuerte incidencia en la presencia de las mujeres en la consulta y el tratamiento médico, que me parece realmente preocupante.


He estado leyendo mucho sobre la manera en que la paciente es tratada en la consulta médica, cómo no es escuchada y cómo se lee su cuerpo a través del cuerpo masculino, porque casi todos los estudios se hicieron desde los cuerpos masculinos, lo que a las mujeres les ha traído muchísimos problemas.



|Eso también lo abordas en tu literatura, esta idea de una enfermedad misteriosa que avanza y en la que el cuerpo femenino debe entregarse a la medicina masculinizada.


Es lindo historizar este problema. Por ejemplo, el hecho que la salud materna fue controlada hasta el siglo XV por las matronas, mujeres que sabían de salud reproductiva, parto y contracepción por experiencia y por una tradición oral-práctica que se iba heredando por generaciones. En un momento, atravesado por la norma cristiana y el deseo masculino de controlar los cuerpos femeninos, se fue sacando a las matronas y empezaron a operar hombres que no tenían ni la experiencia ni entendían los cuerpos de las mujeres. Imagínate que se pensaba que el útero viajaba por todo el cuerpo.


Ese cambio, que se llama la “profesionalización de la medicina” y que pasa por la creación de escuelas de ginecología y obstetricia, nos deja expuestas a un saber que viene sistematizado por un modo de operar médicamente por los hombres. Por ejemplo el parto, que debería ser en posición vertical, sobre las piernas encuclilladas, se hace acostada porque al médico le resulta más cómodo.


|Tocando el tema de salud y maternidad podemos ir a tu libro Contra los hijos, donde criticas la ausencia de un sistema de cuidados, recayendo en las mujeres el cuidado de les niñes, enfermas y enfermos. ¿Crees que al menos se ha podido crear una conciencia sobre esto o que todavía está muy naturalizado como un deber de la mujer?


Durante la pandemia vimos cómo seguía operando la idea de que el cuidado era muy femenino y cómo las mujeres se vieron agobiadas no solamente por el teletrabajo, sino que por el hecho de que los niños también estaban en casa y requerían del cuidado materno, así mismo la gente mayor y los enfermos.


Todavía hay una posición de comodidad masculina patriarcal de que las mujeres somos más aptas para el cuidado y creo que ese mito de la aptitud es lo que hay que deconstruir dentro y fuera de la casa.


Una de las cosas que me preocupa es reivindicar los cuidados y el afecto como una fuerza política, pública, movilizadora y no solo como una fuerza doméstica, y en qué medida esto se transfiere al mundo de los hombres, de sus nuevas masculinidades y de su reflexión paterna. Cómo estamos educando a las nuevas generaciones en que ese modelo en el que ejercieron muchos de nuestros padres tiene que acabarse.



¿Puedes recomendarnos algunos libros que traten el tema de feminismo y salud?


La creación del patriarcado de Lerna Gerder, Brujas, comadronas y enfermeras: historias de las sanadoras de Bárbara Enrenreich y Deirdre English, Por su propio bien: 150 años de consejos de expertos a las mujeres, también de Barbara Enrenreich, y Desmorir, una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista de Anne Boyer.



¿Qué estás leyendo en este momento?


Material Girls: Why Reality Matters for Feminism de Kathleen Stock, un libro muy interesante porque entra en un debate muy álgido sobre en qué medida se está haciendo desaparecer problemáticamente el cuerpo femenino, con sus diferencias y sus necesidades particulares. No se aún en qué posición estoy porque no lo he terminado, pero me está pareciendo muy controvertido el argumento.


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