Por Gabriela Wiener
Agradecimientos a Kikuyo Editorial
En sus viajes especulativos, no es la primera vez que Daniela Catrileo nos introduce poéticamente en la política de la memoria y la justicia restaurativa para pueblos originarios como el suyo, el mapuche, a través de unas palabras. Pocas autoras pueden hacer un trabajo tan parejo entre imaginación lírica, escritura personal, investigación académica y reivindicación anticolonial. Ya había logrado afectarnos para cuando se reapropió en su libro de relatos de un insulto como piñen, la palabra mapuche que nombra la carca, la suciedad aferrada a la piel, un término que ha sido y es usado aún en clave racista contra los mismos mapuche y otras personas racializadas, para convertirlo en nueva resistencia.
En Sutura de las aguas: Un viaje especulativo sobre la impureza, quizá el más bello título con el que me haya podido topar últimamente, persigue las huellas de una palabra que ni siquiera proviene del mapudungún, pero que en muchos sentidos atraviesa la media lengua cortada de su padre y la lengua que trataron de arrancar a sus abuelos y que en Catrileo es ya una vibración íntima parecida a una escritura o un ruido, capaz de evocar todo lo errante pero permanente, todo lo impuro pero nuestro, todo lo roto y lo herido que se sutura con hilos transparentes como agua de río. Otra palabra que fue también en el inicio vejamen y agresión, para ser resignificada y abrazada por los agredidos: champurria.
Cuenta Catrileo que la palabra llegó a Abya Yala como todo lo demás, con violencia, en el castellano de los colonizadores. Con esa sonoridad que hacen las cosas que caen al agua y chapotean, formó su propia toponimia para nombrar la mezcla de las lenguas y las sangres, y se la quedó el pueblo mapuche, sus hijos y sus nietos, para nombrar al otro que es el mismo, es decir la diversidad de lo indígena. Se la quedaron también para nombrarlo querido. Por ejemplo, a Daniela: “champurria” la llamaba su padre mapuche criado en su lof. Descubrir durante el viaje cómo encarna ella misma la mezcla de palabras chilenas y mapuche, de hostiles y afectuosas, prohibidas y secretas.
Como escribe Claudia Zapata en su libro La historia no parte de cero, Catrileo –y sus alteregos –nos muestra “cómo una hija de la diáspora mapuche se construye a partir de fragmentos como una mujer mapuche urbana, con un sentido de pertenencia que es tan político como afectivo”. En su lectura de Piñen, Zapata cruza los meandros de la identidad mapuche con los de la identidad de la clase popular, por lo que tienen de periféricos y así los expande en ese vínculo anhelado.
La sutura de las aguas es precisamente ese puente entre ríos distintos. Por eso, este ensayo
puede leerse a sí mismo como un afluente crítico y conceptual de las ficciones y poemarios de Catrileo, el trabajo que hace el pensamiento de una escritora comprometida con su comunidad. Un nuevo recodo, la curva que esperábamos para seguir cruzando las fronteras entre lo perdido y lo recobrado de sus universos narrativos y poéticos.
Este nuevo y luminoso libro es una oda a lo desmembrado, a la esquirla, al fragmento inestable que está tan unido como desprendido de ese mapa tembloroso de la identidad. Champurria no está sola en esa búsqueda, se mueve, deambula y se transforma en el roce con otras ideas e imágenes vecinas, afines. La poeta ensayista las recolecta como frutas perfectas o flores de temporada que potencian el hallazgo onomatopéyico y metafórico una y otra vez: grieta, estría, sutura, cauce, huella, afluente, convergencia, pliegues. También balbuceo, confusión, bastardía, contradicción, tropiezo.
Hermoso es el capítulo dedicado al intersticio, de la etimología al amor, del puente a la guerra: un espacio que tiene de ambos lados pero que define las diferencias. ¿No somos acaso eso? Qué precisa la idea de sutura. En ese sentido, Catrileo sostiene/defiende que no es la periferia o cualquiera de esos lugares donde fuimos arrinconados por el sistema lo que nos une, sino la necesidad de los vínculos y también de discusión colectiva. Lenguas y vidas trenzadas, champurrias: “Si somos capaces de captar la vibración de la palabra errante hasta nuestros días es porque las impuras hemos resistido; ese es nuestro gesto anticolonial de sobrevivencia”, escribe.
Una de las revelaciones de leer literatura como la de Catrileo es enfrentarse a ese texto otro,
aún tratándose de un ensayo no hay nada en él que remita al viejo género de los filósofos. Y es precisamente porque ella es y no es una de ellos, que entramos de lleno en la pregunta y en la impureza de su aventura epistémica y afectiva. Porque mientras lo ensaya o lo sustenta, lo siente y lo padece, lo encarna y lo vivifica. Disputa la relevancia de los saberes otros en tiempos de lucha contra los paradigmas coloniales. Finalmente, lo champurria como identidad política, intelectual y vital.
Sutura de las aguas ha sido amorosamente editado por Kikuyo, un sello de textos anticoloniales, feministas y antirracistas con una férrea voluntad de deselitizar el libro, de convertir la práctica de la edición en algo artístico y reivindicativo. Podría hablar y no parar del diseño de la portada y la contratapa, de la disposición y el baile de las letras rotas, la tipografía sobre elverde de las aguas impuras, las ilustraciones y juegos internos. La casa champurria que necesitaban las páginas impuras de Daniela Catrileo.
Título del libro: Sutura de las aguas. Un viaje especulativo sobre la impureza
Autora: Daniela Catrileo
N° de páginas:
Fecha de edición:
Editorial: Kikuyo Editorial
Ciudad: Santiago / Quito
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