La escritora e investigadora trasandina ha dedicado su carrera a analizar y difundir la literatura para niñas y niños vinculada con el género y la diversidad. Pese a la promulgación en Argentina de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) en 2006 y del revolucionario Ni Una Menos en 2015, asegura que el feminismo tiene aún una deuda con las infancias, que no puede esperar más.
Por Catáloga Colectiva
Cuando Gabriela Larralde era niña, una mujer frecuentaba su casa. Una amiga de su madre, librera, fue quien le regaló el libro más significativo de su infancia justo en el momento en que sus padres se divorciaban. Un libro como amuleto. Gabriela comprendió, ya siendo investigadora y docente universitaria, la importancia de la mediación lectora ejercida por esta mujer a la que admiraba. Pudo ver también, en su propia experiencia, cómo las niñas y niños tienen derecho a enfrentarse a asuntos difíciles en sus vidas a través de la lectura.
Gabriela Larralde nació en Buenos Aires en 1985. Es escritora especializada en el cruce entre narrativas para la infancia, género y diversidad. En 2014 publicó la investigación sobre literatura infantojuvenil Los mundos posibles, en la que reúne y analiza más de sesenta libros preguntándose por el modo en que en ellos se retrata a las familias homoparentales, las orientaciones sexuales y las diferentes identidades de género.
En 2018 publicó Diversidad y género en la escuela, una guía con 150 libros y recursos para abordar la Educación Sexual Integral (ESI) desde la literatura para la infancia. Como autora de ficción, el mismo año publicó Bestiario secreto de niñas malas, que desmitifica el mandato de que todas las niñas son (o mejor dicho, deben ser) buenas, muy buenas, buenísimas, posibilitando a las pequeñas lectoras entender que cada una de ellas es distinta. Única.
“Hay una subestimación muy grande de las infancias. Si pensamos en los hermanos Grimm, son cuentos que vienen a decir “Caperucita Roja, no desobedezcas los consejos de tu mamá, hay un lobo allá afuera, tienes que hacer lo correcto” o “si haces tu casa sin esfuerzo se te va a caer, va a venir el lobo y te la va a soplar”. Un montón de fábulas tienen como base educar al niño, niña, adolescente como si fueran seres vacíos para rellenar de información, no como sujetos pensantes en construcción autónoma”, expresa.
¿Cómo surge tu interés por la intersección entre literatura, educación y género?
Siempre me ha gustado la literatura infantil, incluso cuando grande. Hay un momento en que dejamos los libros para niños y niñas porque creemos que de adolescentes no podemos leerlos. Pero yo, como tenía hermanos más chiquitos, continué leyendo un poco hasta que después con la universidad, y con la excusa de la tesis, dije bueno, es mi oportunidad para dedicarle mucho tiempo a este campo que siempre me ha interesado.
Un libro me había marcado mucho en la infancia, Historia de un primer fin de semana de Silvia Schujer, lo tengo como amuleto. Contaba la historia de dos papás que se divorciaban y cómo era la vida de esas hijas. Me lo regaló la mejor amiga de mi mamá, una librera que venía cada tanto a casa y siempre traía un libro que yo miraba con admiración. Ella hace ahí una mediación bastante importante, porque me lo regala cuando mis papás se separan. Intuitivamente, me centré en esta investigación porque había algo de mi vida que había tenido que ver con los libros: la legitimación, las cosas que suceden de hecho, en silencio, en secreto. En mi infancia fue el tema del divorcio, porque iba a un colegio católico donde no había padres divorciados, pero en la actualidad hay otros tabúes con los que los chicos y las chicas se enfrentan.
¿Qué es lo que te impulsó a generar Los mundos posibles, esta especie de catálogo bibliográfico sobre literatura LGBTI para niños y niñas?
Cuando escribí Los mundos posibles, pensé que iba a ser interesante para investigadores de ciencias sociales. En ese momento no entendí que era un material para docentes. Me escribían docentes de La Plata, de Córdoba, de Santa Cruz, diciéndome que cómo lo podían comprar y ahí empecé a conocer más sus necesidades. Había un gran deseo por capacitarse, por acercarse a estas temáticas y evidentemente la ESI no estaba cubriendo a la totalidad del país.
Durante el gobierno de Mauricio Macri el Plan de Educación Sexual Integral se desmantela, todos los recursos que estaban destinados a capacitaciones docentes y compra de material dejan de existir. En ese momento es cuando mi libro se agota, porque hay una demanda por una necesidad concreta. En medio pasó Ni Una Menos acá en Buenos Aires, eso fue muy revolucionario y trajo una consecuencia directa en el mercado editorial local.
Me siento muy feliz de haber logrado un libro que, si bien a priori pareciera una guía de libros a comprar, no lo es. Nombrar estos libros es una excusa para mostrar un abordaje, una especie de anteojos que una se pone y puede ver la realidad cruzada por distintos enfoques, que es lo que a mí me pasó estudiando, investigando y leyendo. Las grandes maestras que tuve fueron las que permitieron ver cosas que antes no veía, más que enseñarme algo concreto. Eso para mí es la mayor enseñanza que el feminismo académico y de investigación me dio y es lo que más quisiera transmitir.
¿Cuáles crees que han sido los avances y dificultades que ha tenido la ESI en las aulas argentinas?
Desde su promulgación en 2006 la ley tuvo varios momentos y siempre está unida al presupuesto y la voluntad política del gobierno de turno, lamentablemente. Primero hubo un auge, con mucha resistencia por parte de las familias y también de algunos directivos y directivas. Podemos pensar en una segunda etapa cuando después de la asunción de Mauricio Macri como presidente el 2015 cayeron los recursos pero, a su vez, como pasa en momentos drásticos y reaccionarios, se recrudece la militancia. Todo lo que ha ocurrido en relación al aborto, que se sancionó en Argentina el 2020 después de varios años de lucha, también hizo que grupos en contra de la ley de aborto fueran muy reaccionarios contra la ESl.
Haciendo un poco de mea culpa en relación al movimiento feminista, creo que la ESI no tiene su pañuelo como el aborto tuvo su pañuelo verde. No hay un pañuelo para la ESI, no hay un pañuelo para las niñas abusadas sexualmente.
Es algo que todavía forma parte del tabú, que guardamos bajo la alfombra porque el porcentaje más grande de abuso se da intrafamiliarmente, es todavía muy delicado de hablar. Con esto le digo a los feminismos que no nos olvidemos de las infancias. Al feminismo argentino le cuesta ocuparse de las infancias y es algo que no puede esperar más. La ESI tiene que ser la madre de todas las luchas y eso es algo que el feminismo no termina de abrazar.
¿Qué libros estás leyendo ahora y cuáles nos recomendarías para pensar la intersección entre educación y feminismo?
Lo que tengo en mi velador es una maravilla: El Cultivo de los gestos entre plantas, animales y humanos. Hacer mundos con gestos de André Haudricourt. Y les voy a recomendar otro que se llama ¿Qué te pasó? que es re lindo y muestra a un nene que tiene una sola pierna que está jugando en una plaza y todos los niños se acercan y le preguntan “¿qué te pasó?” y él no quiere contar, entonces todos empiezan a pensar qué le pudo haber pasado.
Me parece que es un libro interesante y sobre todo que es bueno para que entendamos al feminismo como una respuesta que se ejerce sobre todo aquel, aquella o aquelle que se piense que es más débil, que no hay que elegir, hay que ir con todas las diversidades, porque esto es con todos y con todes.
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