A meses del triunfo de la Unidad Popular, Aida Moreno llegó a vivir a Renca y comenzó a organizarse con sus vecinas y vecinos para construir la comuna desde cero. Ese empuje, junto a la violencia que vivió antes y durante la dictadura, la llevaron a crear la Casa de la Mujer de Huamachuco, un espacio pionero de cuidados en Chile. En tiempos en que se insiste en ligar al feminismo únicamente a las clases privilegiadas, Aida nos inspira con la fuerza del feminismo popular.
Por Catáloga Colectiva
La Casa de la Mujer de Huamachuco, a estas alturas, es un emblema de la comuna de Renca. “Ha salido a empujones“, nos dice Aida Moreno (76) mientras recorremos las varias salas que reciben a mujeres para capacitaciones laborales desde hace más de 30 años. La casa cuenta además con una guardería y una futura sala de kinesiología, algo mucho más ambicioso que las arpilleras que comenzó haciendo Aida junto a un grupo de mujeres, para reunir dinero durante la dictadura . Antes del activismo feminista, todo partió como un tema de supervivencia.
Aida llegó el año 70 a vivir a los pies del cerro Renca con “el hombre”, su marido, obrero sindicalista y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Junto a sus vecinas y vecinos fueron luchando por armar su comuna con todo lo necesario, desde colegios hasta un consultorio, mientras Salvador Allende impulsaba un gobierno para la clase trabajadora. “Todo lo que logramos fue en el tiempo de Allende, con toda la juventud , con todo el ánimo, con toda la fuerza”, recuerda Aida. La aurora del sueño colectivo fue borrada con el golpe de Estado y, un año después, su casa fue allanada por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta de la dictadura. Ella fue quien respondió ante los oficiales, que pasaron un día entero revisando cada rincón. Este fue el punto de quiebre para Aida, quien no solo recibió ayuda de la iglesia del sector para movilizarse, sino también para salir de la violencia que vivía en su matrimonio. Las arpilleras le sirvieron para ganar dinero, pero además para hacer redes con otras mujeres y contarle al mundo lo que sucedía en dictadura.
| ¿Su activismo comenzó en los 70, al llegar a vivir a Renca?
Sí, pero el hombre te necesitaba para ponerse en la foto, para hacer masa. Las mujeres jamás hablamos, andábamos de acompañantes, como el jamón del sándwich. Pero fui tan feliz en ese tiempo. No teníamos agua, no teníamos luz, nos tomábamos la Panamericana con guaguas, con niños, con todo, fue una efervescencia. Teníamos que andar haciendo cola por todos lados y ahí era dónde se armaban las conversaciones para apoyar a los vecinos. Fue lo más maravilloso que todos los viejos hoy en día recordamos.
|¿Cómo fue afectada su vida por el golpe?
A mí me favoreció, se podría decir, por el tema de la violencia en la casa. Porque levanté la cabeza. Yo soy del sur, entonces, el hombre siempre me decía que yo era una huasa y él era el dirigente sindical. Todos mis hijos se criaron en la violencia. Los sacerdotes llegaron a la casa el mismo día que se fue la DINA y la iglesia no me soltó nunca más. Ahí la Vicaría de la Solidaridad puso las ollas comunes y yo descubrí mi liderazgo, empecé a destacar dentro de las compañeras, a escuchar, a dar a conocer lo que estaba pasando y darle la importancia que merecía.
| ¿En qué momento comienza a hacer arpilleras?
Siempre estaba metida en muchas cosas, era guía de catequesis y también participaba de un grupo de arpilleras que era muy cerrado, éramos solo ocho mujeres haciendo una arpillera mensual. Entonces, a las mujeres que les hacía catequesis les ofrecí enseñarles a hacer arpilleras. Formamos un grupo y le pusimos Gestación, como algo bonito que está por nacer.
Cuando un cura me preguntó qué íbamos a hacer con las arpilleras, le dije que ellos tenían que venderlas, que tenían que ayudarnos porque esta era una manera digna de ganarse la vida. Los curas agarraron papa y empezaron a pasarse el dato unos con otros y cuando salían de viaje se las llevaban escondidas entremedio de la ropa. Nos empezó a ir tan bien. Cada vez que los curas viajaban me decían “Aida, en tal fecha deben tener las arpilleras”, y todas las señoras les decían a sus maridos y ellos les ayudaban a hacer los monitos. Hubo un mes que, con mi hijo mayor, llegué a hacer 20 arpilleras. Cuando recibimos la plata, fuimos por primera vez a una fuente de soda y comimos pollo con papas fritas. Hoy, uno de esos hijos que hacía arpilleras es diputado. Imagínate cómo ha sido la vida mía. Para mí la arpillera es símbolo de todo lo más grande, un símbolo de comunicación que salía al mundo entero contando lo que vivíamos y que, al mismo tiempo, nos permitía sobrevivir como familia.
|¿Por qué decidió trabajar específicamente con mujeres?
Porque mi vida han sido las muchas mujeres que han aportado en ella, en mi crecimiento como persona, en eso de valorarse, aprender a defenderse, tener argumentos y darse a respetar. Descubrí lo que en realidad significa para nosotras la palabra dignidad. Defiendo tanto a la mujer como a mi clase, que son las dos cosas que a mí me interesan. Me identifico con el feminismo popular, con la capacidad que tenemos las mujeres de levantarnos pese a todo lo que nos ha pasado. Me he afirmado mucho en la defensa de la mujer y de los niños también, porque nosotras sabemos que antes de salir a trabajar, las mujeres necesitan solucionar el tema de los hijos. Los jardines infantiles no responden al horario de la mujer trabajadora y eso es algo que me toca decirlo en todas partes. Un niño que va a pre-kinder, sale a las 12 del día, ¿y quién lo va a buscar? Y el Programa de 4 a 7 empieza recién a las 4 de la tarde. Entonces, desde las 12 hasta las 4, ¿dónde va a estar ese niñito? Es un programa insuficiente.
| ¿Por qué es importante para usted definirse desde el feminismo popular y no desde el feminismo a secas, sin apellido?
Porque viví la experiencia del feminismo a secas. Fui invitada, estoy hablando de años atrás, por feministas en una noche de año nuevo, y se me ocurrió ir con más mujeres pobladoras que quedaron totalmente aterradas por temas que en nuestra clase no se entienden. Sus reflexiones eran muy alejadas a las nuestras. Porque nosotras, en el fondo, desde ser mujeres luchamos por una liberación pero de la familia. El tema de los hijos es tan importante, que puedas criar a un hijo sano sin que lo abusen. Nosotras no vemos a un hombre sacándose la cresta por un espacio para los hijos, porque descansa en la mujer. El tema de clase lo defiendo porque claro, la violencia existe entre los ricos y los pobres, hay mujeres que han hecho arpilleras que dicen “los ricos también sufren violencia”, pero de distinta forma. Si tienes plata y sufres violencia, llamas a tu amiga y ella te puede recibir en su departamento, pero aquí cuando la mujer decide ir a denunciar, tiene que volver a acostarse con el mismo hombre, bajo el mismo techo. A una mujer golpeada le cuesta mucho decidirse a hacer la
denuncia si no tiene redes ◊
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